El mantón de Manila. Un viaje de 4000 años.

El mantón de Manila es mucho más que una simple prenda de vestir. Es un tesoro cultural que ha forjado un estrecho vínculo con el mundo del flamenco a lo largo de los siglos.

Con una larga historia que ha transcendido culturas y pueblos, el mantón de manila es una prenda atesora una rica tradición tejida a lo largo de múltiples continentes y culturas.

Un Tesoro con 4000 Años de Historia

El mantón de Manila, mantón chino, tiene sus raíces en la antigua China, donde se practicaba el arte del bordado sobre seda. Una destreza que ha perdurado a lo largo de milenios.

A pesar de su nombre, mantón de Manila, que sugiere una conexión con las colonias españolas en Filipinas, su origen se encuentra en la antigua China. La razón detrás de su nombre, radica en que estos mantones llegaban a España en barcos procedentes de las colonias españolas en Filipinas. En ocasiones, ha llevado a confusiones sobre su origen real, debido a la popularización del nombre mantón de Manila en España.

En China, el mantón, tenía un uso principalmente funcional. Era una prenda diseñada para protegerse del frío y, en algunos casos, de los elementos climáticos. Los mantones en sus orígenes no eran de seda. Solían ser tejidos en telas cálidas y abrigadas para mantener a las personas abrigadas durante los inviernos fríos.

A medida que evolucionó la moda y la artesanía en China, los mantones se empezaron a confeccionar en seda. También comenzaron a ser decorados con bordados a mano y adornos, lo que les dio un aspecto más ornamental. Estos bordados a menudo presentaban motivos tradicionales chinos. Dragones, flores, aves y elementos místicos, decorados con flores y flecos, reflejaban la rica cultura y simbología china en los mantones.

Los mantones de China pasaron de ser simplemente prendas para mantenerse abrigados a convertirse en elementos de moda y expresión cultural. Su belleza y calidad, contribuyó a su posterior difusión a otras partes del mundo, incluyendo España.

Su llegada a nuestro país, a través de las rutas comerciales que conectaban Oriente y Occidente, fue como un tesoro exótico que desembarcó en las costas españolas. Trajo consigo la elegancia y la artesanía orientales a la moda como símbolo de status.

Con el tiempo, se fue adaptando a los gustos de la cultura española y se popularizó su uso. Sus diseños, normalmente describían escenas con personas o paisajes, o animales bellos, como aves o pavos reales. Siempre iban ornamentados con flores y rematados con flecos cada vez más largos y numerosos. Incluso, se tiñeron de negro, para acompañar el luto.

Mantones de producción española: Sevilla

Hacia finales del siglo XIX, comenzó la producción de mantones en España, especialmente en la ciudad de Sevilla, desde donde se distribuían por todo el país.

Durante esta época, la confección de mantones se convirtió en una tarea cotidiana para las mujeres, ofreciéndoles una oportunidad de contribuir a la economía familiar. En un principio, se establecieron talleres donde se reunían para trabajar en la elaboración de estos hermosos mantones.

Sin embargo, cuando las modas europeas comenzaron a imponer vestidos de tonos grises, el mantón de Manila experimentó un período de declive entre la burguesía. Estas tendencias de moda, enfatizaban la sobriedad y la discreción en la vestimenta, y chocaban con la exuberancia y los vivos colores que caracterizaban al mantón de Manila.

Como resultado, el uso del mantón se limitó principalmente a los estratos sociales más bajos de la sociedad española. Sin embargo, a pesar de la pérdida de popularidad entre la alta sociedad, el mantón de Manila logró mantenerse vivo gracias su presencia en flamenco.

Así mismo con la llegada de la Guerra Civil española, la actividad comenzó a declinar, lo que llevó al cierre de la mayor parte de los talleres.

A pesar de este cambio, las mujeres continuaron bordando mantones en sus propios hogares. Hoy en día, esta tradición perdura y los mantones aún se elaboran de manera artesanal. La herencia de una habilidad transmitida de generación en generación.

El Flamenco y el Mantón: Un Romance Duradero

Para el baile flamenco, el mantón de Manila, se convirtió en un elemento fundamental para la gracia de la “bailaora”. Este accesorio no solo aportaba un toque de elegancia y riqueza visual al baile, sino que también estaba imbuido de un profundo simbolismo.

El mantón de Manila hizo su entrada en el flamenco en los cafés cantantes, los precursores de los actuales tablaos flamencos, a finales del s.XIX. Fue aquí donde artistas icónicas como ‘La Macarrona’, ‘Pastora Imperio’ o Matilde Coral lo adoptaron como parte esencial de su vestuario.

Estas damas del flamenco no solo adornaban sus vestuarios con esta prenda para aportar elegancia, sino que también la hacían girar y mover con pasión y gracia, fusionando la estética oriental con la intensidad y el sentimiento flamenco. El mantón se convirtió en un símbolo de la expresión artística y emocional que define al flamenco.

Sus movimientos son una expresión de pasión y técnica que ha llegado y evolucionado hasta nuestros días. Puede acompañar el braceo de la bailaora, imitar el movimiento de un capote de toros o dibujar elegantes círculos en el aire.

Cada movimiento es meticulosamente ejecutado para aportar belleza y profundidad al baile, acentuando el compás y transmitiendo emociones profundas al público.

El Mantón de Manila: Más Allá del Escenario

En la actualidad, el mantón de Manila sigue desempeñando un papel importante en los espectáculos de flamenco y en otros escenarios, como la moda y la cultura cotidiana. En eventos y celebraciones, es habitual su uso, ya que añade un toque de distinción y tradición.

También se ha convertido en una pieza codiciada por los coleccionistas, gracias a su belleza y autenticidad. Y es que, más allá del escenario, el mantón de Manila ha encontrado su lugar en la cultura española y dentro del flamenco, donde sigue siendo un símbolo de elegancia.

El mantón de Manila se ha convertido en un testigo silencioso de la fusión de culturas y un compañero fiel en la expresión artística y emocional del flamenco.

Su historia rica y su profundo vínculo con el flamenco nos recuerdan que la belleza y la pasión son universales y atemporales. Cada mantón es una obra de arte que narra una historia que abarca siglos y continentes, conectando la elegancia del Lejano Oriente con nuestra tierra.

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