Lo que tenéis a continuación es la respuesta de una cliente a nuestro email de agradecimiento. Un poema dedicado a nuestros artistas y nuestro tablao.
¿Cómo se calla un sentimiento que arde por dentro?
¿Un sentimiento que canta y silva aunque muerda a sorbos el aire?
Calima amarilla. La calima vela tu cintura y es barro seco.
Para el estallido no hay alarma, hay una revoltura duende que te sacude, hasta que la boca del estómago grita amapolas.
Lengua anuda paladar y corazón. La presa estalla.
El agua inunda el pasado y llena de vidrio los ojos.
Por dentro cascabeles, espuma y ladrido. Por dentro, olivo y corcho. La resina de oro resbala como si el cielo riese.
Flamenco, no sé qué, sólo lluvia de estrellas y siete cielos por dentro. Alguien se pierde, el vino rebasa unas manos blancas y quietas.
El cuerpo no puede hacer pliegues con ello, una soberana inmensidad sopla pieles erizadas, y los mantos caen, ahora te veo por primera vez temblar las rodillas y te me cuelas por dentro.
Haces un paraguas entre mis costillas, me abrazo fuerte para cortarte el paso, pero cosquilleas el hueco de mi costado y lames mis heridas complacidas.
Mis heridas visten pañuelos de lunares.
Raíces vine buscando, y encontré grillos de luto, púas de amapola, manos de cuchillo y manzanilla, una guitarra fueguito de mil colores que pulsa sueños muy antiguos, carne de mi carne, quejío, soltura y alarido, ropa tendía y una alegría de sol que quema, alegría de barranco a cielo abierto.
Me miras. Me miras como si me mataras, me miras más allá de ti y de mí, desde el desafío de tu abismo a entraña abierta. Tiemblas, tiemblas las horas y te sacudes su polvo, tu manos son puñal de alabastros, caricia y hiedra florecida, tus manos ven antes de tocar, cantan al viento pidiéndole permiso para saber dónde pueden reposar y parar el aire, el viento enamorado levanta tu falda de volantes y en el ombligo estallan todas las horas muertas, todas las horas de cristal que te acorralan.
Alegría, alegría, alegría, a palmas y a contraviento, una granada deshecha en la boca y su jugo de rocío destapando mentiras, mis pies taconean y no remiten, mis pies se clavan entre tu tierra y cielo, colgando de la luna cabeza abajo, viendo de qué ríen los cuerdos, mientras en tu patio de siempre mil duendes bailan Flamenco.
22 de Febrero, 2017-02-25, en La casa del arte Flamenco, Granada.